Y por fin se llegó el tan ansiado día de la apertura de Pingüis. Desde las 8 de la mañana, tu socio, don Alberto y las dos despachadoras que tenías contratadas se dieron cita en el local. La emoción de todos era palpable, todo el trabajo que habían hecho para llegar a esta meta se vería recompensado en unas pocas horas.
La verdad es que Pingüis había quedado muy bonito. Cierto, el presupuesto se había salido de control, pero el resultado final lo justificaba. Por mucho era el local más iluminado y bonito de la zona, los displays, menús en la pared, el mobiliario y el último exceso, los uniformes de los empleados habían quedado muy bien. Desde esa hora se dedicaron a los últimos toques de acomodo de mesas y sillas, limpieza de todo, un último ensayo para describir los sabores a la clientela y la nunca faltable porra al negocio poco antes de las 10 de la mañana, hora en que abrieron la cortina y Pingüis oficialmente abrió sus puertas al público.
Como era de esperarse, el tráfico de gente frente a la tienda durante esas primeras horas no era el que habían visto en horas pico como las salidas de las escuelas, la hora de la comida y la salida del trabajo pero aun así pasaba gente por la calle. A pesar de que no lo querías notar, veías que eran pocos los que se percataban que el negocio ya había abierto; la gran mayoría pasaba por enfrente a éste sin voltear los ojos siquiera. Te daban muchas ganas de llamar su atención hacia tu local, pero lo último que querías era aparentar que te urgía que la caja registradora comenzara a sonar. Así se dieron las siguientes horas hasta que a medio día la calle se comenzó a llenar de gente. Parecía como si a una misma llamada, a todos les hubieran dicho que era momento de pasar por enfrente a tu heladería. La gente iba con sus hijos de la mano, otros paseaban con colegas de la oficina, otros más iban solos pero el hecho es que el tan ansiado tráfico de gente finalmente había llegado. Para tu sorpresa, ningún padre de familia compró un helado para sus hijos, aquellos que voltearon a ver Pingüis y fueron sometidos a los ruegos de los niños simplemente se negaron a complacer sus deseos. “Primero hay que ir a comer, ya luego venimos” era lo que la mayoría ponía como pretexto. Pero finalmente, 3 oficinistas a eso de las 4 de la tarde fueron tus primeros (y únicos) clientes de ese primer día. Dos de vainilla con pasitas y uno de fresa fueron tus ventas del día. Si bien esperabas más, era un logro haber tenido ventas por $210 pesos. Ya vendrían más cuando la gente comenzara a conocer el negocio y difundieran de voz en voz las bondades de tus productos.
Sin mayor pena ni gloria así transcurrieron los primeros 2 meses del negocio. Las ventas diarias habían aumentado, pero no lograbas pasar la barrera de los $2,000 pesos diarios en promedio y había un par de sabores que simplemente no habían llamado la atención de nadie. Desafortunadamente el entusiasmo de tu socio se había ido apagando poco a poco y hoy su participación se limitaba a mensajes por el teléfono, recomendaciones a todos sus amigos a pesar de que vivían lejos del local y ocasionales visitas los sábados para decirte que ya tenía que empezar a ver algo de retorno sobre todo el dinero que había metido en Pingüis. “Era el colmo, tú te fletabas sábados y domingos, 14 horas al día y tu socio solamente pedía retornos sobre su inversión”. Resultaste ser un gran líder y tu emoción se había contagiado a Don Alberto el heladero y a las dos dependientas, pero ellos también comenzaban a sufrir un poco, ya fuera por la falta de propinas o por la cantidad de tiempo muerto con el que tenían que cumplir. Tenías ya a algunos clientes muy constantes y eso te daba esperanzas, pero el tiempo no estaba de tu lado y lo que es peor, durante las horas pico habías comenzado a ver que cada vez más y más niños regresaban de la escuela con paletas heladas en la mano. “No que no podían comer nada antes de llegar a casa?”
Pasaste de repartir volantes ofreciendo descuentos a contratar botargas los sábados a medio día. Tu creatividad y entusiasmo parecían no tener el mismo límite que la paciencia de tu socio y tus cada vez mayores acreedores. En tu desesperación, decidiste que, con una mínima inversión, fabricar paletas heladas podría ser la salvación. Invertiste en nuevo equipo, aprendieron juntos a hacer paletas de agua (todo lo de leche era más difícil) y así Pingüis pasó de ser la heladería de la colonia a ser la paletería de la esquina. Competías con señoras que vendían desde una hielera afuera de las escuelas, pero aun así las ventas mejoraron y poco a poco parecía que estabas por darle la vuelta al negocio. Poco te importaba a ti que ya hubieran pasado los primeros 10 meses del contrato de arrendamiento, que tu logo de un pingüino sosteniendo un cono no dijera nada de lo que vendías o que el equipo original estaba arrumbado en una bodega que un amigo te había prestado. Pingüis ya vendía $2,500 pesos diarios y si bien apenas alcanzaba para cubrir la renta, los costos y los sueldos; tú y tu socio ya no estaban subsidiando al negocio. ¡De aquí solamente esperabas un crecimiento constante!
Dado el poco movimiento del negocio en la mayor parte del día, te convertiste en un experto conocedor del paisaje urbano vecino. Conocías perfectamente los horarios, al personal y las ventas (que en muchos casos daban envidia) de los negocios que tenías al lado. Así, no pudiste evitar notar que el local de la esquina, sin duda el mejor de la cuadra, con estacionamiento propio y dos frentes se iba a ocupar. Comenzó a haber movimiento: visitas de gente que evidentemente eran arquitectos o ingenieros, un matrimonio joven que identificaste como los dueños del futuro emprendimiento, y más gente, la verdad es que eran equipos muy grandes los que venían con regularidad al negocio. Aún no sabías en qué consistiría, pero era evidente por el tipo de mobiliario y equipo que descargaban, que se trataría de un negocio de comida. Simplemente de ver lo que le estaban metiendo al local, agradeciste el haber llegado a este momento con Pingüis sin necesidad de haber invertido lo que evidentemente otros podían hacer. Quizás te faltaría hacer la cuenta completa de los meses de renta perdidos, los salarios ya pagados, el equipo desperdiciado, la papelería en la basura, etc. pero te resultaba evidente que tú habías metido menos dinero que esta pareja, quien pronto desafortunadamente se enfrentaría a la misma realidad que la tuya.
Sucedió una noche así es que te tomó por sorpresa por completo. Cuando llegaste a abrir Pingüis esa mañana viste que la esquina ya ostentaba dos letreros luminosos preciosos de “Gelateria Italiana”, una de las marcas de franquicias que originalmente habías considerado con tu socio y ahora examigo. La verdad cuando abrieron la cortina para aún trabajar dentro de la tienda, su interior te sorprendió. Todo relucía, tenía una imagen uniforme como la que te habían enseñado y exigido tener cuando te entrevistaste con ellos, en fin el lugar había quedado muy bonito. Pasaron unas cuantas horas ese primer día y los siguientes días y no podías dejar de observar que un buen porcentaje de la gente que pasaba por enfrente, se detenía a voltear hacia el interior. Llegó personal de la tienda perfectamente uniformado y en la puerta del local comenzó a repartir volantes a todo aquel que pasaba, te acercaste a pedir uno. Hablaba de que Gelatería Italiana era la nueva franquicia de una red de 75 franquicias abiertas en México e invitaba a la gente a visitarlos en su próxima inauguración. Ofrecían el primer helado gratis en la afiliación a su programa de lealtad con el que obtenían descuentos y puntos para futuras compras y en el reverso hablaban de los más de 30 sabores, presentaciones y precios de sus productos.
El resto de la historia ya lo debes imaginar…. Pingüis cerró 3 meses después, terminando con sueños de emprendimiento, amistades, capitales, etc. La Gelateria Italiana abrió con éxito y permaneció en el mercado, sacando nuevos productos, anunciándose en distintos medios y llegando a ser la franquicia 75 de un total de 120.
Pero por favor no quiero crearte falsas expectativas. Es un hecho que las posibilidades de sobrevivir y tener éxito son mayores como franquiciatario que como empresario independiente considerando el mismo giro, pero no todo lo que brilla es oro.
El mercado está inundado de marcas que ofrecen franquicias y hay muchísimos casos en donde el resultado final es el mismo que tuvo Pingüis. No todos los supuestos franquiciantes tienen la marca reconocida ni el soporte que necesitas para que tu inversión en franquicias sea exitosa. Para que lo sea, necesitas hacer un análisis profundo y detallado, asesorarte por un experto, investigar y si lo haces estoy seguro de que invertir en una franquicia será sin duda un negocio del que no te arrepentirás.